La Ventana en el segundo piso

La Ventana en el segundo piso

El fin de semana pasado, mientras visitaba a mi madre por unos días para hacerle compañía en sus 94 años de soledad, escuché una conversación entre mi sobrina Salomé y mi mamá en la cual mi madre le explicaba a Salo sobre el cambio poblacional que ha sobrellevado el barrio Providencia.

El barrio, "Provi", como lo llamamos de cariño, fue el lugar de nacimiento de mis hermanos, exceptuando a mis hermanas, ellas nacieron en el Centro de Pereira; yo personalmente nací en la casa vieja, la bajita, la antigua que todos recordamos con nostalgia y no solamente porque era nuestro hogar, sino porque era el hogar y punto de encuentro de toda la pandilla del barrio.  En la casa vieja, para ese entonces, existía una política de puertas abiertas: cualquiera que fuera del barrio o amigo de cualquiera del barrio, podía entrar y salir a cualquier hora del día; pero no la noche, porque la noche estaba destinada al descanso, las reglas de mi padre.

"No se ve ningún niño en la calle Salo, que silencio", aseveraba mi mama mientras miraba con nostalgia desde el lugar que el tiempo le reservó, sentada en su silla de ruedas, la ventana del segundo piso de la casa nueva, habitada por recuerdos y fantasmas del pasado y en particular uno al cual mi madre le tiene pavor: Perucho.  Perucho es el cuco de mi madre y una de las razones de mis frecuentes visitas los fines de semana; no hemos podido saber quién es, o qué función tiene en los recuerdos de mi lúcida madre, lo único que se sabe es que ella, si se encuentra sola, tiene que estar en la cama antes de que la noche ahúme su ventana y Perucho haga su presencia en la pequeña ventana que conduce a las escaleras que separan los dos mundos: los altos y los bajos, la luz y la oscuridad.

Salo es una maravilla de sobrina, ingeniera forestal y modernamente ingenua, con una prolongada sonrisa con la cual asiente a los acertados comentarios de mi madre, "sí, Abu, tienes razón, jajaja", replicó la sobri con su coro de sonrisas terminadas en una prolongada coda, como una partitura musical: de Coda al Segno.

"ya no se ven sino perros y mariguaneros", pronunció mi madre, "sí, Abu, tienes razón, jajaja", replicó la sobri con su contrapunteo musical.

Continuó mi madre en su disertación matinal profiriendo, "recuerdo en los tiempos de su tía Nelly, ella era medio Hippy", "medio?", pensé yo, "ella era Hippy", "sí, Abu, y como que mis primas también, jajaja", balbuceó Salo, luego como evocando recuerdos guardados en el baúl de la abuelita continuó diciendo, "ella andaba con un peludo que cantaba, algo así como "una flor para mascar"", en mi mente recordé los tiempos en que mi hermana andaba con el cantautor colombiano Pablus Gallinasus, mientras interiorizaba la canción evocando buenos recuerdos de mi juventud, "los tiempos de la Música Protesta", pensé, "y luego antes de irse para el África, andaba con unos vagos que no hacían nada", recordaba mi madre, mientras yo pensaba "Obviamente, los Nadaistas: Gonzalo Arango y los seguidores de su corriente filosófica: el Nadaísmo".

Eran los tiempos de la post guerra de Vietnam, del Haga el Amor y no la Guerra, del Peace and Love, del festival de Woodstock, del Rock and Roll y los Beatles, "antes mi hermana no pasó bueno", pensé; eran los tiempos alegres del los niños del barrio, de los juegos inocentes: de la Lleva, del Escondite Americano, del Congelado, vuelta a Colombia, canicas, trompo, del Mate Bambú.

"Que contraste con los tiempos modernos, lo que nos trajo el Internet, ya no son los tiempos del Peace and Love, son los tiempos de la Guerra y el Odio, de los conciertos para delinquir", pensé. "Hoy en día le dan mate hasta Bambú, en vez de trompo dan trompadas, en vez de canicas acaban la ciudad a piedras, le dan la vuelta a Colombia matando policías, tienen a la ciudadanía congelada, nos toca que escondernos en Norte América y el que no, lleva del bulto.

"Antes mi mama no se queja de que no hay niños en la calle, es mejor salir con un perro para que nos sirva de guardián", pensaba yo mientras me despedía de Salo, "adiós Abu, jajaja", se despidió Salo con su trino en 440 Hz formando una cadencia perfecta.

John Mejía

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